sábado, 2 de abril de 2016

¿Sabes cómo conoció a Carolina?

El otro día, parada en un semáforo camino al trabajo, escuché la conversación de dos chicos enchaquetados, cortados por el patrón Big Four, que se encontraban a mi lado.
 
—¿Sabes cómo conoció él a Carolina?—Le dijo el más alto al pelirrojo (por cierto, tengo la teoría de que hay muchos pelirrojos por la zona de Azca, pero ese es otro tema).
—No ¿Cómo la conoció?—Contestó éste.

Eso, eso ¿cómo la conoció?—Pensé. Yo, coleccionista nata de inicios de historias de amor, agudice lo más que pude mis oídos. ¿Sería en un taller de escritura? ¿se chocarían por la calle? Quizás compartieron asiento en un viaje de tren... Tú 6a, yo 6b, tú ventanilla, yo pasillo... y una vida por delante...
 
—La conoció haciendo una Due Diligence—. Contestó el alto, destrozando de un plumazo todas mis fantasías. "¿Haciendo una Due Diligence?", la verdad es que me decepcionó la respuesta. Bueno, si hubiera dicho "a través del Tinder" directamente hubiera cruzado el semáforo en rojo, pero... ¿una Due Diligence? ¿hay algo menos romántico?
 
Para los que no sepáis lo que es, no os preocupéis por ello, es normal. Es un término muy de consultoría y más concretamente muy de Big Four (lo que reafirma mi teoría de que los chicos pertenecían a una de ellas). Una Due Diligence es, a muy grandes rasgos, la auditoría que se realiza a una empresa previa a una fusión o adquisición.
 
¿Haría el amigo del alto y del pelirrojo una auditoría a  Carolina antes de adquirirla y fusionarse con ella?... Yo buscando la poesía hasta en las auditorías... ¡Vaya, la poesía me persigue! Bueno  a lo que íbamos: lógicamente Carolina y su novio se conocerían porque formarían parte del mismo equipo de trabajo encargado de realizar una Due Diligence, sin más.
 
Y me quedé pensando en la anécdota, y caí en la cuenta de que esa frase no la hubiera escuchado en Sevilla, por ejemplo. La escuché porque estaba en Madrid y concretamente en los alrededores de Azca, considerado uno de los centros financieros de la capital. Si dices en Triana —¿Sabes cómo conoció él a Carolina? haciendo una Due Diligence—; o te miran como a un tarado; o te invitan al loco de la colina; o, como mínimo, te sacan una copla con Carolina de protagonista y el Due Diligence, mal pronunciado e infinitamente repetido, de estribillo.
 
Sin embargo en Madrid el trabajo está en casi todas las conversaciones. Es difícil conocer a alguien y que la segunda pregunta no sea ¿dónde trabajas? e incluso puede ocurrir que como no digas una consultora potente o una empresa del IBEX 35, tu interlocutor pierda rápidamente el interés.

Con esto no estoy criticando ni a Sevilla (mi preciosa y querida tierra) ni a Madrid (mi adorada tierra adoptiva), puesto que considero que tengo un poco de las dos; sólo que creo que es curioso como cada lugar tiene sus patrones de comportamiento y lenguaje.
 
Me encanta la calidad de vida de Sevilla y las oportunidades (sobre todo profesionales) que te da Madrid. Hasta ahora he podido compaginar, sin embargo, estoy en un momento de decisiones vitales, y ya se sabe que en las decisiones siempre hay algo a lo que tienes que renunciar. Me encuentro en una situación compleja (que no complicada), porque si tiro para lo personal tengo que renunciar en parte a lo profesional. Ces´t la vie, lo acepto y lo asumo (aunque ha costado), porque aunque el trabajo realiza intelectualmente y además te da de comer, no es lo que te alimenta el alma.
 

Hay personas que a priori pensaban que me equivocaba en mi reflexión. Una compañera y mentora mía, a la que tengo gran cariño, me decía el otro día que es como si un Chef se va a un chiringuito de verano. Dejando a un lado que, obviamente, me sobrevalora y que ha visto demasiados capítulos de "El chiringuito de Pepe", considero que la que se equivocaba era ella. Al final la convencí con todos mis argumentos:
  1. El valor de tu trabajo lo pones tú, ya trabajes para una multinacional o para una Pyme, ya lo hagas en consultoría o en empresa final, ya estés en la parte de ejecución o en la parte comercial, ya tengas tus oficinas en Londres o en Albacete.
  2. Por mucho que te llene tu trabajo, lo que te llena de verdad es la vida personal.
  3. Además, siempre me ha gustado el verano (y los chiringuitos!).

Aunque mira, existen casos en los que no renuncian a nada. Seguro que hay por ahí una pareja amándose y haciendo hijos y  Due Diligences sin parar, todo compatible. Mi más sincera EN....vidia hacia ellos. No, ahora en serio, la vida es decidir y a veces hasta renunciar, pero siempre con convicción y con una sonrisa.

Dedicado a Carolina, al alto y al pelirrojo, una anécdota real que me inspiró para este post. Ya sabéis, agudizad los oídos en los semáforos, las historias están en todas partes.

sábado, 9 de mayo de 2015

Razones por las que salir de tu zona de confort, aunque se en ella se esté calentito

—Y ¿Por qué este cambio? ¿estabas mal?
—No estaba mal, pero quería salir de mi zona de confort.
—Qué manía con eso de salir de la zona de confort... parece que se ha puesto de moda... salir de la zona de confort ¿para qué?
—Pues para probar cosas nuevas, marcarme retos, no acomodarme...
—Pero en la zona de confort se está bien, se está calentito, se está confortable, de ahí le viene el nombre, digo yo...
—Bueno se está bien por un tiempo, sí, pero a veces hay que arriesgar.
— Arriesgar, arriesgar...nunca os entenderé a los modernos...
 
Hace unos tres meses que he realizado un cambio profesional, que también, como suele ocurrir, ha implicado retos personales. Todo es nuevo: otra forma de hacer las cosas, nuevos compañeros, nuevos clientes, nueva ciudad, nueva casa, nuevo día a día, en fin, nueva vida...



Y no os voy a negar que el cambio, aunque es excitante, también ha resultado duro. Y que es verdad eso de que en la zona de confort se está calentito y que fuera, a veces, sientes mucho mucho frío. Quizás tenga algo que ver en mi caso, los diferentes climas de Sevilla y Madrid...sin embargo de cualquier forma, creo que la parte emocional también repercute en ese frío.

Pero justamente por eso, me encuentro en la obligación casi moral de animar a salir de la zona de confort a todo el que se lo esté planteando, por duro que parezca al principio. Aquí os enumero mis personales razones para salir de ella, aplicables seguro a todas y cada una de vuestras particulares zonas:
 

1) Las cosas que cuestan son las que mejor saben...

Empecé mi andadura en febrero. Recuerdo que los primeros días, en los que me estuve quedando en una casa que tiene mi tía a las afueras de Madrid, tenía que pasar todas las mañanas por uno de esos puentes que cruzan la autopista, para poder coger el cercanías. Pasaba por allí con mi bufanda hasta los ojos (creo que no existe sitio en el mundo que haga más frio que encima de los puentes que cruzan las autopistas) y con un pequeño nudo en el estómago. Tenía un frío en el cuerpo que no se me quitaba en todo el día; ni siquiera en la oficina, y eso que había calefacción (os lo dije, se trataba de un frío más bien emocional).

Debo admitir que más de uno de esos días, caminando por el puente de la autopista, pensé aquello de "¿quién me mandaría a mí salir de mi zona de confort?"; pero os aseguro que, con sus días buenos y malos, no me arrepiento de mi decisión y ahora que ha pasado algo de tiempo y he visto que puedo con ello, recuerdo esos primeros días y se me dibuja una sonrisa en la cara.

2) Los cambios son siempre a mejor

Mejorar es cambiar; ser perfecto es cambiar a menudo, decía Churchill; y es que vivimos en un mundo en constante cambio, así que mejor que cambiemos nosotros de motu propio o será el mundo el que nos cambiará, y no sé si de la forma que esperamos... así que sé proactivo, no reactivo y conviértete en protagonista de tu propia vida, antes de que sea demasiado tarde. Elije tu destino.

 
3) Si tienes una inquietud, debes seguirla
 
Para tomar una decisión de si te lanzas o no a esa nueva oportunidad laboral, a ese cambio de ciudad, de casa o de vida, no sirve realizar un Excel de pros y contras, no sirve contabilizar, ni hacer balance, no sirve sacar porcentajes de posibles éxitos o fracasos, que va... es más bien una cuestión de qué te tira y qué no. ¿Tienes una inquietud dentro? pues lánzate a por ella. Ya sabes que nos arrepentimos mucho más de lo que no hacemos, que de lo que hacemos; por tanto, tírate a la piscina. De acuerdo, asoma un poco la cabecita para comprobar que hay agua, pero tírate, la vida son dos días ¿vas a dejar que los dos sean iguales?
 
 
4) Será un éxito, y si no, ten por seguro que será un aprendizaje

Sí, de acuerdo, todo este rollo está muy bien. Todo esto de conseguir el éxito aunque cueste, pero ¿y si no es así?, y si, aunque cueste, nunca llega el éxito, o no era lo que buscabas o lo que esperabas... Esto es cómo la película Perdiendo el Norte, que se plantea eso de: "Claro en Españoles por el mundo sacan a todos los que han triunfado, con sus súper trabajos, sus súper casas, sus súper maridos o mujeres guiris, altos y guapos, y sus piaras de hijos rubios y felices. Pero ¿qué hay de los que se fueron y no se comieron un colín? a esos no los sacan". Y no, lamentablemente no los sacan, pero ¿sabéis qué? ya han ganado mucho más que el que se queda en casa en su zona de confort y también se come un colín. Los que salen de ella ya tienen algo ganado: la experiencia vital y el aprendizaje.
5) Sube la adrenalina
 
Desde que he salido de mi zona de confort, suena muy a menudo en mi cabeza, a modo banda sonora, la canción de Jennifer López; y es que con los cambios, con los retos, con lo que no controlas a priori, siempre sube la adrenalina. Y la adrenalina sube tus niveles de felicidad, si no ¿por qué hay personas a las que les gustan los deportes de riesgo? No es que esté pensando tirarme en paracaídas, pero si que es verdad que fuera de la zona de confort te sientes más vivo. Y aunque haya momentos en que el corazón vaya a mil porque no controlas algo, cuando lo consigues, la satisfacción es el doble y hasta te entran ganas de bailar a lo jlo en medio de la oficina.
 
 
6) Te das cuenta de que SÍ puedes

Una vez leí en un libro que uno es siempre capaz de lo que necesita hacer. El párrafo decía así: Quien no es capaz de algo, ya sea una cuestión mecánica, logística o técnica, es porque no lo ha necesitado hasta el momento con la suficiente desesperación. Si no, pensad en nuestros antepasados consiguiendo fuego; o ni siquiera iros tan lejos, pensad en los concursantes de Supervivientes, sin graduado escolar y sin aspiraciones más allá de sus extensiones, pero consiguiendo hacer fuego (que no es tarea fácil). ¿Sabéis por qué lo consiguen? porque lo necesitan.  Desde entonces, me siento capaz de todo y trato de no amedrentarme por nada, si ellos pueden, yo también. Todo lo que a priori no sé hacer, se puede aprender con estudio, paciencia y dedicación.


7) Demuestra a los demás, de lo que eres capaz

Por lo general, las personas que no se atreven a salir de su zona de confort son los que te tratarán de convencer de no salir de ella: "no, no salgas", "es una locura", "¿para qué?... Recuerdo que cuando le conté a una amiga mi cambio, me dijo:

—Pero ¿por qué vas a dejar tu casa con lo bien que vives? tus padres son encantadores, ropa limpia, comida en la mesa ¿qué más quieres?
—Pues entre otras cosas, justo eso, hacer todo ello por mi misma.
—Pero ¿vas a dejar de comer las albóndigas de choco de tu madre? es pensar en esas albóndigas y se me hace la boca agua...
—Sí, a mi también, pero no voy a condicionar mi carrera y mi vida por unas albóndigas...
—Ya... no sé...Oye! entonces dejas un hueco en tu casa ¿puedo irme a vivir yo?

 

8) Sólo fuera de la zona de confort es donde ocurre la magia
 
Aunque de miedo cruzar la barrera, aunque imponga salir, aunque aterre saltar... las cosas más especiales, maravillosas, imprevistas y estimulantes, amigo mío, siempre ocurren fuera. Difícilmente ocurrirán en el sofá de tu casa. Este tipo de cosas suelen aflorar cuando conoces a personas nuevas, visitas lugares desconocidos o se presentan situaciones en las que te pones a prueba a ti mismo. Por mucho que cueste ¿quieres o no quieres vivir la magia? 
 
 
9) Y para todo lo demás... tuppers de mamá

A ver, a ver, también existen pequeños trucos, es decir, herramientas, amuletos, cosas, llámalo x, que a cada uno nos ayudan a encontrarnos cerca de nuestra zona de confort, cuando estar tan alejados, pesa. Os confieso mi truco: los tuppers de mi madre. Siempre que voy a Sevilla vuelvo cargada de ellos, porque es comer comida de mi madre y sentirme como en casa; y sí, sigo comiendo de vez en cuando albóndigas de choco.
 
Porque, aunque salir de la zona de confort está muy bien, nos hace crecer, madurar, encontrar la magia y sentirnos libres... Todos, todos, necesitamos de vez en cuando nuestros particulares tuppers, aquellas cosas que hacen que te sientas como en casa, fuera de ella.
 
¿Y tú? ¿Cuáles son tus tuppers?



viernes, 6 de marzo de 2015

Sobre la memoria selectiva y otras formas de avanzar

El otro día volví a ver mi película favorita: El secreto de sus ojos. Una de las mejores escenas de la película (aunque está plagada de buenos momentos), es cuando el protagonista, Benjamín Expósito, le cuenta a otro personaje, el trágico momento en que unos asesinos a sueldo matan a su mejor amigo confundiéndole con él. Cuenta cómo su amigo, que se encontraba en su casa en el momento en que llegaron los matones; se dedicó a poner bocabajo todas las fotografías de la casa, para después asegurar a sus futuros asesinos que él era Benjamín. Dando, valientemente, la vida por su amigo.

O tal vez no fue así Continúa su relato el gran Ricardo Darin, con ese enigmático acento argentino– tal vez simplemente le mataron mientras dormía... y las fotos se cayeron solas... de casualidad... con algún movimiento. Ya no se que pensar... no paro de darle vueltas a la cabeza. 

Elija bien. –Le contesta el otro personaje– Lo único que nos quedan son los recuerdos, al menos que sean lindos. 

Los recuerdos son nuestros, es algo que no nos pueden arrebatar; y dicen que la vida es 10% lo que te sucede y 90% como lo percibes. Pues, ¡recordemos bonito! como dirían por ahí.



La reina del drama

Mis amigas siempre me dicen que soy un tanto exagerada contando historias. Una vez, dos de ellas que fueron a Estados Unidos de viaje, nos trajeron un regalito a cada una: ropa interior con un mensaje que nos identificara. Mis braguitas, las mejores escogidas según el escrutinio popular, tenían por titulo Drama Queen. Sí, muy simpáticas ellas, asustando a cualquier posible conquista que supiera algo de inglés...

Bromas aparte, no voy a negar la mayor, siempre me ha gustado contar historias y, además, qué aburrida sería esta vida si no añadimos un poco de salsa al guiso ¿no? 


Siempre que mis amigas y yo vivíamos alguna aventura adolescente (acéptese por aventura: salir una noche de fiesta, pasar la tarde en la piscina, o salir de compras a un centro comercial), si una de ellas, por algún motivo, se perdía tan magno acontecimiento, a la que llamaba para que se lo contara era a mí, ya que se aseguraba recibir todo lujo de detalles. Eso sí, si tenía tiempo, porque mis explicaciones iban para largo. Recuerdo un día en el que estaba relatando la noche anterior a una amiga, estando otra que también había vivido el acontecimiento, presente en la conversación. En un momento álgido de mi narración ésta giro su cuello hacia mí y me preguntó:  

¿Tú y yo hemos vivido la misma noche? 

Sí –Le contesté– sólo que desde ojos distintos. 


Cerrando etapas

Acabo de cerrar una importante etapa en mi vida. Después de tres años y medio en la misma empresa, aquella que me ha hecho crecer profesional y personalmente, me ha salido una muy buena oportunidad y me he tirado a la piscina. Porque es un reto, porque me apetece, porque la vida es un ratito y porque como canta Fito, lo contrario de vivir es no arriesgarse.

Sobre el cambio os hablaré más adelante, cuando pueda hacerlo con mayor conocimiento de causa. Ahora es momento de hacer balance de lo vivido, por aquello de finalizar etapas, cerrar círculos y conectar puntos.




Es curioso, el otro dia hablando con mi, ya antiguo, jefe, le decía que ahora sólo me acordaba de lo bueno. Que los kilómetros recorridos; los deadlines imposibles; los informes que no acababan; los nervios pre-cursos ante un público cada vez mas preparado, y sobre los temas cada vez mas variopintos; las ronchas en la piel; los madrugones; el estrés; la presión. De todo eso ya ni me acordaba, ¿había ocurrido?

Ahora solo se me venían a la cabeza millones de anécdotas que iban desde las divertidas, hasta las emotivas, pero sin duda, todas agradables. En consultoría, especialmente si es de RRHH y más si el equipo es pequeño, acabas haciendo de todo, aprendes muchísimo y si te lo propones te diviertes aún más.

Ahora sólo me acordaba de las felicitaciones; de los reconocimientos; de los cierres de proyecto; de la adrenalina post-cursos, cuando acababan siendo un éxito; de los outdoor training inspirados en la edad media; del montaje de los vídeos; de las cenas y hoteles en distintas ciudades; de los proyectos en enero en Canarias a 25 grados; de las comidas con clientes cuando las cosas habían ido bien; del conocer a gente interesante; de los consensos que nuca acababan pero en los que también nos reíamos; de los "si al final siempre todo acaba bien"; de los buenos ratos con los compañeros…

Como diría mi jefe (moviendo una copa de vino... en alguna terraza... en alguna ciudad del sur... tras una intensa jornada de reuniones, entrevistas y workshops): "Esto es lo bueno de la consultoría".


Y es verdad, ahora sólo recuerdas lo bueno. Es un mecanismo que tenemos los seres humanos para poder avanzar. Lo importante ahora es el futuro, al que hay que mirar de frente, con fuerza, sin miedo, y con ganas de comérnoslo ¿por qué no? *A la izquierda el regalito de despedida de mis compis, lo tengo muy a mano, por si algún día se me olvida el por qué de mi decisión. Pero de vez en cuando, no es malo echar la vista atrás, hacer balance, quedarnos con lo bueno, sonreír al recordar, y sobre todo, ya que nadie puede quitarnos los recuerdos, elegirlos bien... y al menos... que sean lindos ¿no?

viernes, 16 de enero de 2015

Yo te elijo a ti

No me importa lo que me digan, para mí tú eres el mejor. A nadie a mi alrededor le gustas ¿y qué? a mí sí, y sé que mi elección no es ningún error.

–Hay muchos más como él, pero mejores, tienes dónde elegir–. Me dicen. Pero yo te elijo a ti. Me insisten que eres muy frío, que me busque a otro más fresco, uno que me vaya más; o más ardiente… –o incluso más húmedo–. Me aconsejan las más atrevidas.  

Y bueno, serás algo frío, pero los días que sacas tu lado más cálido, me ganas. Y puede que contigo cueste llegar a fin de mes, debido a los excesos del pasado, pero cuando tenemos menos dinero, nos vamos de rebajas y punto.

También me dicen que eres muy de buenos propósitos, que al final quedan en nada. Les contesto que lo importante es tenerlos ¿no?

 
 
La verdad es que sólo hacen quejarse de ti, quieren que termines ya lo que estés haciendo y te vayas; y que llegue el siguiente. De hecho algunos me dicen que me gustaría más el siguiente, que al principio es también algo frío pero que es un romántico.

No les hago caso, a mí me gustas tú. Quieren reemplazarte, sí, dejarte atrás. Lo que no saben es que aunque te vayas, volverás; siempre lo haces, año tras año, a mí al menos nunca me has fallado. Eres y siempre serás el primero, y eso no me lo pueden discutir.

Me viste nacer y me has acompañado en todos y cada uno de mis cumpleaños. Desde las meriendas infantiles hasta las fiestas en discotecas, sin rechistar.

Además, tu nombre empieza por la letra E, como el mío; y a mí, que me encantan las palabras, esos detalles me gustan.


 

miércoles, 24 de diciembre de 2014

¿Vives o escribes?

Hace tiempo que no escribo en el blog y el otro día cuando me encontraba enumerándome a mí misma motivos de por qué no lo hacía (no tengo tiempo, mucho trabajo, muchos viajes) reparé en que eso son sólo excusas. El que algo quiere lo hace, y punto.

Dicen que leer, y yo añadiría escribir, es como el sexo, si realmente quieres, sacas tiempo. Pues eso, los ejemplos cuanto más claros, mejor se entienden ¿no?

Pero entonces ¿qué me pasa? ¿se me ha ido la inspiración? ¿por qué hace unos meses desbordaba ideas, apuntaba frases sin parar, se me acababan los cuadernos… y ahora simplemente vivo? Pues precisamente por eso, porque estoy viviendo.

 
Os cuento 3 relatos, muy muy reales, que hablan sobre esto:
 

 

 

La niña de las manos congeladas


El otro día en la comida de navidad de mi empresa, se me acercó una compañera, me dio la enhorabuena por el blog y me dijo que disfrutaba mucho leyéndome. Yo, toda feliz y agradecida le di las sinceras gracias por hacerlo. Entonces nos pusimos a hablar y a conocernos un poco mejor (gracias blog por estas oportunidades).
 
Me contó que a ella también le encantaba escribir pero que hacía mucho tiempo que no lo hacía –Hace años, en la convulsa adolescencia, estaba llena de sentimientos, emociones, sensaciones, derramaba ideas por todas partes, pero luego empecé con mi novio, me estabilicé y parece que las manos se me quedaron congeladas–. Me contaba, dejando entrever con estas frases, que el alma de poeta no la había perdido.

–¿Cuánto tiempo llevas con tu novio? –Le pregunté.
–10 años voy a hacer en febrero.
–Vaya, 10 años sin escribir... –Me salió, con cara de pena.
–No me malinterpretes, conocer a mi novio es lo mejor que me ha pasado en la vida, pero me duele de verdad no escribir como escribía.
 

El niño al que se le olvidó cómo vivir



Hay una canción de Julio Iglesias que me encanta. Por cierto, descubrí a Julio Iglesias hace poco, me refiero a sus canciones, a escucharlas bien, a comprender su significado (al personaje ultrabronceado seguido de un Y LO SABES, lo conocemos todos); y debo decir que me sorprendieron sus letras gratamente, os recomiendo que las escuchéis. Pero, a lo que íbamos, el pegadizo estribillo de la canción en cuestión dice así (canten conmigo): De tanto cantarle al amor y a la vida (...), me olvidé de vivir, me olvidé de vivir, me olvidé de vivir...
 

 
Al parecer, el cantante la compuso tras su separación de su primera mujer, cuyos motivos fueron los continuos viajes y galas del artista que no vivía con su familia. Dejando a un lado la parte más rosa de la historia (la mujer era Isabel Preysler y la letra deja entrever algunas infidelidades pasajeras); con lo que realmente me quedo es con el tema que plantea sobre la mesa: O le cantas a la vida o vives, tú eliges. 
 

 

La niña que buscaba su canción


Una de mis amigas de siempre también lleva desde siempre con su novio. Nosotras somos amigas desde los 15 años, más o menos desde la misma fecha en la que ella comenzó con él. Recuerdo que por aquel entonces, en plena adolescencia de libro, para mí todas las canciones contaban mi historia, bueno mi historia de turno, vamos para ser exactos el desamor de turno. Y aunque a nadie le gusta el desamor, siempre llegaba muy contenta a enseñarle a mi amiga mi última adquisición musical que contaba exactamente, según yo consideraba en ese momento, lo que me había pasado y lo que sentía.

–Escucha, escucha bien esta estrofa. Es mi historia, lo han clavado, parece que la hayan compuesto para mí.
–Ya…yo nunca encuentro ninguna canción con la que identificarme, ninguna canción habla de una pareja feliz y enamorada.

Y aunque hice esfuerzos en esos años por ayudar a mi amiga tratando de aportarle distintas soluciones creativas: le dije que le prestaba mis canciones; le pase una de Julieta Venegas que fue lo más parecido que encontré a hablar de una pareja feliz; le aseguré que si dejaba a su novio se identificaría con todas y cada una de las canciones del mercado… Ninguna de mis soluciones le convenció: no aceptó que le prestara mis canciones, nunca dejó a su novio y provoque que se declarará enemiga acérrima de las rancheras de Julieta Venegas.

Los años fueron pasando y aunque con diferentes escenarios, conversaciones y formas de ser, hay cosas que nunca cambiaban: ellos seguían juntos y ella seguía en busca de su canción. Hace dos meses, sellaron por fin su historia de amor con una bonita boda. Para el enlace, mi amiga estuvo buscando desesperadamente durante meses la  canción con la que abrir el baile. Finalmente se decantó por una muy bonita, en inglés, pero no sin algunas dudas iniciales.

–La melodía me encanta, pero si te fijas bien en la letra, habla de desamor, no de amor, estamos en las mismas ¿cómo voy a poner esto en una boda? –Me decía.
–No te preocupes, los españoles no nos caracterizamos por nuestro buen inglés. –Le dije para tranquilizarla.
También van extranjeros amigos de Antonio del Erasmus.
–Bueno, no vas a condicionar la elección de tu canción por cuatro guiris. –Le dije, no muy convencida con mi respuesta, pero con la intención de seguir tranquilizándola.
Al final la pusieron y quedó maravilloso. A todo el mundo le encantó. Y en cuanto a los guiris, (sonará a topicazo pero fue real) estaban más preocupados por rellenar sus cervezas y buitrear a todas las mujeres menores de 60 años de la boda, que por el baile. Así que mi amiga, aunque con matices, encontró su canción. Ya fuera ésta en inglés, en español o en chino, era la que a ella le inspiraba. Os la dejo porque es preciosa:

 
Dedicada a todos aquellos que estén viviendo un desamor o aquellos que estén felizmente enamorados pero su nivel de inglés sea intermedio (seguro que en alguno de los grupos entráis).

 

¿Y cuál es la moraleja de los cuentos?

Pero entonces ¿qué se desprende de estos relatos? ¿deben dejar mis amigas a sus parejas para poder escribir o encontrar sus canciones? ¿debe Julio elegir entre vivir o escribir?
Si hay que elegir entre vivir y escribir, entre ser feliz o estar inspirado, yo elijo siempre las primeras opciones. Pero lo que es verdad, es que cuando la vida, por lo que sea, te da un batacazo emocional debes aprovechar esa frustracción, esa ira o esa tristeza en fuerza creadora. Mi profesor en el taller de escritura siempre decía que cada uno escribe sobre sus fantasmas, sus miedos, por eso al final les tenemos que tener hasta cariño. Así que, si por unos meses, días u horas te sorprendes a ti mismo desbordando ideas, escribiendo frases, rellenando cuadernos…ay amigo, algo malo te ha golpeado; pero, por otro lado, habrás recuperado la bendita  cualidad de poner a los demás los pelos de punta.
 


Porque, no nos engañemos, ser feliz está muy bien pero, si de algo estoy segura, es que versos como los que siguen no los puede escribir una persona feliz, con estabilidad y enamorada, sólo pueden salir de un alma atormentada y desgarrada. En este caso salieron del alma del genio de Joaquín Sabina.
Lo peor de la pasión es cuando pasa, cuando al punto final de los finales no le siguen dos puntos suspensivos. Lo peor del amor cuando termina son las habitaciones ventiladas, el puré de reproches con sardinas, las golondrinas muertas en la almohada. Lo malo del después son los despojos que embalsaman al humo de los sueños, los teléfonos que hablan con los ojos, el sístole sin diástole sin dueño. Lo más ingrato es encalar la casa, remendar las virtudes veniales, condenar a la hoguera los archivos. Lo peor del amor es cuando pasa, cuando al punto final de los finales no le quedan dos puntos suspensivos.

Os deseo a todos feliz navidad y que seáis muy felices. Y si no lo sois, aprovechad y escribid, que luego cuando las musas no nos visitan, se echan mucho de menos.
 
 
 

viernes, 19 de septiembre de 2014

Una cuestión de tiempo


El otro vi una película que me inspiró. Y eso ya es una novedad. De hecho ha entrado en mi lista, en la que hacía algún tiempo que ninguna se colaba.


Un amigo mío me la recomendó, asegurándome que me iba a gustarY tanto que me gustó.

Se lo conté a mi hermano y me dijo que él también me la había recomendado en su día, porque cuando la vio, supo que me iba a emocionar —Y tanto que me emocionó.

Nota mental: hacer más caso a mi hermano y… ¡no ser tan predecible!



La trama versa sobre un chico que descubre tener poderes sobrenaturales: puede viajar en el tiempo. Sí, sí, ya sé que muy verosímil no es…y menos aún si os cuento la forma que tiene para hacerlo: se mete en un armario, cierra los puños y voilá, aparece en cualquier momento de su pasado en el que esté pensado. Así, sin más, no te lo explican, ni intentan darte causas científicas o empíricas que puedan sonar algo más creíbles. Pero ¿sabéis que? ni falta que hace, es una de las causas que convierte a la película en absolutamente tierna y encantadora.

Es, guardando las distancias, como la obra La metamorfosis de Kafka. En ella, tampoco te explican que una persona se despierte un día cualquiera convertido en cucaracha, es sólo algo anecdótico. Pues en esta película ocurre igual; y, aunque ambas tengan algo de fantasía y ciencia ficción, tanto la metamorfosis en horrible insecto como los viajes en el tiempo a través de un armario, son sólo excusas, hilos conductores, para hablarnos sobre lo que realmente tratan. En el caso de la película,  la felicidad.
 
 

La película tiene la particularidad de ser a la vez inteligente e ingenua; ácida y dulce; divertida y, sobretodo, realmente emotiva ¿Por qué? pues tendréis que verla para encontrar vuestras propias y personales razones. Mientras, si os parece, os dejo por aquí las mías, sin destripárosla (o al menos intentándolo):

·         Te enamoras del protagonista desde el minuto uno. Aviso a las chicas: no es guapo, es pelirrojo y pesa unos 40kgs. Pero créeme, te enamoras.
 
 
 
·         El tratamiento que hace de la belleza. Cuando la novia y la madre del protagonista se conocen, tienen un diálogo que me fascinó:

 Madre —Eres muy guapa.

Novia —No tanto, es que llevo mucho maquillaje —Ya en sí la respuesta me pareció genial y valiente a partes iguales para contestarle a una suegra. Pero lo que más me gustó es lo que le responde ésta.

Madre —Mejor, las chicas demasiado guapas no desarrollan la personalidad ni el sentido del humor.

Vaya por delante que considero que la imagen es importante y por supuesto, es un topicazo eso de guapas y tontas, y feas e inteligentes. Pero sí que es verdad que si eres poderosamente guapo/a puede que no tengas tanta necesidad de cultivar otros valores. Valores, por supuesto, mucho más importantes en la vida y que, además, a la larga resultan mucho más atractivos que la apariencia. Instinto de supervivencia, supongo.


 

 

·         Te das cuenta que en la vida, todo depende de cómo lo mires y de la importancia del estar en el momento y en el sitio adecuado. Me explico, el protagonista en ocasiones viaja al pasado para, usando diferentes estrategias, tratar de conquistar a una chica que en su día, por alguna razón, se le escapó. Así, retrocede hasta una fiesta en la cual ella conocía al que en la vida a tiempo real iba a ser su novio. El protagonista consigue, ahora que juega con ventaja, no sólo a la chica, si no que ésta vea al que hubiera sido su marido como un capullo y un hortera. No os de lastima, lo era.

Y yo me pregunto ¿cuántas personas, que sí merecen la pena, han podido entrar y salir de nuestra vida sin pena ni gloria porque no las conocimos en el momento adecuado, en ese que conectas y todo fluye? Aunque bueno, por otro lado (y aquí viene la parte positiva) ¿cuántas personas sí han entrado para quedarse porque llegamos a esa fiesta cinco minutos después o antes?

 
 

·         Y sobre todo me quedo con el mensaje que transmite del disfrutar del día a día y hasta de la rutina. Sí, la rutina, esa que ha vuelto a nuestros vidas en este ¿gris? septiembre.

El protagonista cada vez hace menos viajes en el tiempo porque se da cuenta de que lo importante en la vida es vivir el momento, cada instante, y disfrutar hasta de las cosas rutinarias del día con un pequeño truco: prestándoles más atención. El otro día lo hablaba con un amigo mío que está haciendo un curso de mindfulness. El  Mindfulness o Atención Plena —me contaba— significa prestar atención de manera consciente a la acción que estés realizando en cada momento presente con interés, curiosidad y aceptación.

—¿Qué piensas cuando estás en la ducha?—me soltó a bocajarro. Yo aún noqueada por creer que la conversación empezaba a adquirir tintes seudoeróticos, le contesté—¡No lo sé ahora mismo! —Pues compruébalo en la siguiente—Me respondió.

A la mañana siguiente, en la ducha, me sorprendí a mí misma con un montón de pensamientos que daban vueltas en mi cabeza sin parar: "Hoy me pongo la camisa blanca con el pantalón azul", "¿estaba limpia la camisa blanca?", "La reunión era a las 10 y media", "¿será mejor coger taxi o llevarme el coche?", "¿En esa zona se puede aparcar?", "¿Hay muchos gorrillas?", "¡odio a los gorrillas!"... Fue entonces cuando comprendí lo que me quería contar mi amigo: disfruta de la acción que estés realizando, de esa ducha, del agua cayendo por el cuerpo, del olor a jabón y a champú, de la relajación, de la nada...lo siguiente ya vendrá.

Y yo no sé si será Mindfulness, Carpe Diem o disfrutar de las pequeñas cosas, pero cuando acaba la película, te quedas con la dulce sensación de que no sólo hay que disfrutar de ese viaje de ensueño, del día de tu boda, de aquella mañana en la que te confirmaron el trabajo, del primer beso, de la fiesta de fin de curso, de las uvas de fin de año… que sí, que sí, que debes disfrutar de todas esas cosas; pero también de los martes por la tarde, de la sonrisa de  de alguien, de de la lluvia, del levantar la cabeza mientras corres y admirar lo bonita que es tu propia ciudad, de un gracias, de un ¿nos vemos luego?, de un pequeño cumplido, de un bonito amanecer…



En definitiva, en la vida y en el día a día siempre hay cosas que admirar, el problema es que muchas veces estamos mirando para abajo.

 

miércoles, 13 de agosto de 2014

"Quien habla dos idiomas, tiene dos almas"


Acabo de llegar de una de las más estimulantes y diferentes experiencias de mi vida: "El pueblo inglés". Para los que no conozcáis esta acertada metodología, se trata de un enclave de ensueño, en mi caso fue en La Alberca (Salamanca), donde un grupo de 20 españoles y 20 angloparlantes de todas las nacionalidades, comparten una intensiva e intensa semana comunicándose sólo en inglés.

 

Recuerdo que cuando llegamos nos dieron a todos un regalo de bienvenida. Era una taza con un mensaje en inglés. La mía decía así: "Quien habla dos idiomas, tiene dos almas". La leí, observé a mi alrededor y me dije, tarareando la canción "tonight´s gonna be a good night", que sería una buena semana. Ya conocía la frase y estaba totalmente de acuerdo con ella. No hay cosa que más admire que saber manejar a la perfección dos o más lenguas (en el sentido de idiomas, I mean).  Junto a saber cantar y volar, creo que entran en mi Top Five de cualidades deseadas.



El Inglés

Respecto al objetivo Number One, perfeccionar el inglés, mis expectativas han sido totalmente cubiertas. Te ofrecen justo lo que todos los españoles necesitamos: hablar, conversar, perder el miedo, ganar fluidez, pensar y hasta soñar (lo juro) en la lengua de Shakespeare. En fin, lo que el sistema educativo español no ha podido conseguir en todos estos años conmigo ni con, estoy segura, muchos de los que estáis leyendo este post ahora mismo. La base la tenía (¡la tenemos todos!) y hablar 15 horas diarias en inglés, ayuda. Bueno, había días que más de 15 horas, porque las fiestas se alargaban; a los españoles nos gustan las fiestas; y es por todos conocido que nuestra fluidez se multiplica con cada cerveza que tomamos, esa es una regla matemática inmutable.
 

Se trata de una semana con un sencillo y eficaz formato. Realizamos diferentes actividades individuales y grupales: juegos, role plays, conference calls, teatros... Pero, sin duda, la actividad estrella es el One to One, que consiste en conversar durante 50 minutos con un angloparlante sobre tu vida, la suya, lo divino, lo humano y lo que os apetezca. Te da la oportunidad de, además de practicar el inglés con muy diferentes acentos, conocer a personas muy interesantes de todas las partes del globo. Personas en las que quizás sin esa "imposición" de tener que pasar 50 minutos con ellas, no hubiéramos reparado y ay lo que nos hubiéramos perdido.

La semana es muy intensa mental y emocionalmente hablando, y aunque acabas agotado, se crea una atmósfera y unos vínculos difíciles de explicar. Si comienza con 40 desconocidos con miedo, a la expectativa y sin abrirse demasiado, termina con 40 ya amigos abrazados y cantando una canción a coro sobre la experiencia vivida. Recuerdo que el "maestro de ceremonias" (así lo denominan) me contaba que él había realizado ya unos 120 programas. La verdad, no podía imaginarme repetir 120 veces las mismas cosas una semana tras otra.

—Your life must be like Groundhog Day— Le dije, comparando su vida con el día de la marmota y haciendo honor a mi, en ocasiones, poco tacto.
I cannot deny that I repeat over and over the same things and even the same jokes, is exhausting; but, you know what? each program is very different from program before, for one thing...
—What thing?
—The people. When people change, everything changes. It is different because of you—. Me gustó la respuesta.
 

La experiencia vital


Respecto a la experiencia vital, superó expectativas. Yo buscaba sólo el inglés y me traje una experiencia diferente, de esas que te revuelven tus creencias, prejuicios y valores, de esas que se denominan puntos de inflexión. Necesitamos de tanto en tanto estos tipos de puntos en nuestras vidas para, al menos, cuestionarnos algunas cosas y después seguir adelante. Esta experiencia ha sido uno de ellos en la mía. Los One to One con cada uno de mis compañeros me han permitido conocer personas muy diversas y sentirme por unos minutos muy muy cerca de ellas. Me he sentido totalmente identificada con los problemas de dos amigas newyorkinas, como las de las series, pero con un corazón de oro; he descubierto, con una pareja canadiense, las claves del teatro; he reparado, con un jubilado de North Carolina, en la magia de la naturaleza; me he reído a carcajadas con una chica a la que no conocía, de mi propia ciudad; y he reflexionado sobre la vida delante de un café, con un madrileño en el precioso pueblo de La Alberca. Todo ello en inglés, que tiene más mérito; y que ahora me pregunte —pero ¿esa conversación la mantuvimos de verdad en inglés con lo intensa que fue?—  más mérito aún. Eso es que el programa ha funcionado.

Me encantaría verlos a todos alguna vez y lo haré si tengo la oportunidad, aunque también sé que no será lo mismo. Mi hermano, que siempre ha sido algo escéptico con esto de las nuevas amistades, siempre le decía a mi madre como excusa para no tener que mandar cartas y telefonear a su familia de acogida de EEUU y demás amigos y conocidos que hacía en los distintos campamentos y programas de intercambio; que los podría escribir, pero que nunca sería lo mismo, que la experiencia había estado muy bien allí, pero que mejor dejarlo así porque era difícil que se repitiera en otro lugar. Mi madre siempre pensaba que no lo hacía por vagueza, y seguro que algo de eso había, pero también entiendo la filosofía de mi hermano. Podremos volver a vernos; de uno en uno o, si hay suerte, unos cuantos a la vez, pero lo que allí se vivió, la atmósfera que se creó, es imposible volver a reproducirla.



 
Yo ya tenía algunos amigos extranjeros, pocos pero buenos; y son de los que más aprendo y los que me han hecho ser como soy ahora, abierta a este grande y maravilloso mundo. Una de mis compañeras de trabajo y gran amiga es eslovaca, ella habla perfectamente español. Sí, es de las que posee más de un alma, y eso se nota.  Un día estábamos hablando y me dice: Entonces ayer vamos a comer a aquel sitio nuevo ¿no?—¿Ayer? pensé que le estaba dando un ictus —¿cómo vamos a ir ayer Martina?— y me contesta ella muy natural —Perdona, mañana. Siempre me confundo con esas palabras, me pasa igual con el amarillo y el naranja— La respuesta me pareció simplemente genial; y me quedé pensando que tiene el mismo problema que muchas personas: confundir el ayer y el mañana.

 
                                             

Lo que me pasa es que siempre que hablo con ella, se me olvida completamente que no es nativa, por eso me sorprende y enternece cuando comete algún error. En alguna ocasión le he dicho que porque no deja claro que es eslovaca, sobre todo en cuestiones de trabajo, por si comete algún error, que éste sea justificado. Ella siempre me contesta que por qué debe hacerlo, ser eslovaca es sólo un rasgo más, ni más importante ni menos. Tampoco va contando que le gusta el color rosa, practica natación o tiene alergia a los gatos. Pues también es verdad, siempre me da alguna lección, debe ser por eso de tener dos almas.

Esta experiencia me ha servido para darme cuenta que los sentimientos, como el miedo, el amor, la amistad... son universales, ya los sientas en un apartamento de Mahanttan mirando como llueve sobre Central Park o en una casa de Sevilla en la que los rayos de sol entran por la ventana.
 
Me propuse hacer este post en inglés, pero finalmente decidí que no. Por una sencilla razón, creo que tengo el nivel para trasladar la información, pero de forma aséptica, sin giros, sin comparaciones, sin juegos de palabras, sin frases hechas...que trasladen todas las emociones que sentí.  Para resumirlo: yo aún tengo una sola alma y es desde lo más profundo de ella, desde donde escribo este post. Pero esta experiencia me ha servido para tener claro que voy a luchar por tener al menos dos (o quién sabe si más). Porque una nueva lengua es una puerta al conocimiento, al mundo y a las diferentes emociones. Porque una nueva lengua es una nueva alma

                                                              ¿Y tú?¿Cuantas almas tienes?